Sistema nervioso y órganos de los sentidos de los mamíferos

A medida que avanzamos dentro de la clase hacia especies más evolucionadas, la corteza cerebral o substancia gris, considerada la parte noble del cerebro incrementa su volumen, a la vez que lo hace el número y complejidad de sus circunvoluciones.

Cada uno de los nervios sigue un trayecto definido e inerva un sector específico del cuerpo.

El tacto está más desarrollado en los mamíferos que en otros vertebrados, llegando a alcanzar en algunas especies suma importancia.

Este sentido adquiere una importancia notable para muchas especies que habitan bajo el suelo, pues encuentran pareja debido a la percepción de las ondas sísmicas producidas por los golpes dados con la cabeza contra el techo de la galería por otros congéneres.

Pero además el tacto es esencial para las relaciones sociales entre los individuos de muchas especies.

En los humanos, está en continua regresión, basando nuestra relación con el exterior en los otros, y especialmente en la vista.

También adquiere una importancia especial en los que se alimentan de geofitas, puesto que al no producir movimiento ni sonido alguno, solo el olfato es útil para localizar el alimento percibiendo su aromo incluso a través de la tierra.

Y no solo es esencial en la consecución del alimento o la seguridad preventiva, sino que también resulta ser un instrumento básico para establecer las bases de las relaciones sociales entre los individuos.

En la retina, distintos tipos de células captan la luz y la transforman en impulsos nerviosos (señales eléctricas) que, a través del nervio óptico alcanzan el cerebro.

La vista es un sentido de importancia secundaria en los animales que viven enterrados llegando a tener algunas especies, como los topos, una fina piel cubriendo los ojos.

El campo de visión también es un factor a tener en cuenta si se quiere sobrevivir.

Muchas especies nocturnas o sometidos a la oscuridad de los océanos poseen una capa de células en el fondo del ojo, conocida como tapetum lucidum, cuya finalidad es reflejar la escasa luz recibida en el ojo para amplificar la señal que recibirá la retina.

En los animales que habitan bajo tierra o los de hábitos acuáticos, el pabellón es inexistente o muy pequeño, y la abertura hacia el interior, puede está cubierta por piel o dotada de un sistema valvular, pero mientras que para los primeros el oído resulta ser de importancia secundaria debido a la dificultad que las ondas sonoras tienen para propagarse efectivamente por la tierra, los que habitan mares y ríos, particularmente los odontocetos (delfines) emplean el agua como un medio de difusión acústica consiguiendo transmitir la información a distancias que resultan imposibles a través del aire.

Otras especies además, parecen poseer capacidades hipersensoriales para desenvolverse en el hostil mundo que les rodea.

Por otra parte, recientemente se han aislado por primera vez en cerebros de mamíferos, estructuras neuronales especializadas en la recepción magnética, ya que ni la vista, ni el olfato, ni el oído son de mucha utilidad en este medio en el que, por otra parte, tampoco son abundantes los recursos alimenticios.

Muchos mamíferos utilizan feromonas y otras señales olfativas para comunicar la información sobre su estado, territorio, identidad o estado reproductivo del individuo o del grupo; tanto entre individuos de la misma especie como de especies distintas.

Los mamíferos también perciben su ambiente a través de sensaciones táctiles tanto en el pelo como en la piel.

Los tentáculos nasales del topo estrellado ( Condylura cristata ) .
Las mofetas tienen un peculiar sentido de la comunicación olfativa.
La capacidad vocal de los humanos no tiene igual en la naturaleza.
El sentido del tacto adquiere una carácter fundamental en las relaciones sociales entre muchos primates.