El cabildo no tuvo prisa en nombrar al sucesor y el cargo quedó vacante hasta 1714, fecha en la que es nombrado maestro de capilla Simón de Araya.
[1] Sus relaciones con el cabildo catedralicio nunca fueron buenas, pues parece que descuidaba sus obligaciones como compositor y como maestro de los niños cantores.
Así, por ejemplo, en 1730 el cabildo le reprendió:[3][2] En 1732 se le reprendió de nuevo por no haber realizado nuevas composiciones, ni haberlas introducido desde Madrid.
[2] En 1732 ya estaba muy mayor, por lo que la compra de composiciones había sido aceptado por el cabildo.
Legó sus partituras para saldar una deuda de 2000 reales que había contraído.