Hasta tal punto era Shulgi todopoderoso en su reino, que retomó la costumbre acadia de divinización del monarca,[2] atestiguada por primera vez bajo Naram-Sin (nieto de Sargón el Grande).
Este hecho no significaba que el rey pasase a ser un dios más del panteón, sino que lo convertía en el principal intercesor entre el mundo de los hombres y de los dioses, como un dios local protector.
La primera parte de su reinado estuvo caracterizado por las reformas administrativas que llevó a cabo, destacando la reforma del sistema de pesas y medidas y la reorganización del ejército.
El resto de años de su reinado se caracterizó por la política internacional debido al resurgimiento del poder elamita.
Para luchar contra ellos, Shulgi utilizó armas y la diplomacia, pero no tuvo éxito y surgió una nueva guerra en la zona de Zagros, a finales de su reinado.