El sesgo de negatividad[1]se refiere al efecto que se produce cuando, habiendo sucesos neutrales o positivos de igual intensidad, los de naturaleza negativa (pensamientos desagradables, emociones, interacciones sociales o eventos traumáticos) adquieren un peso mayor en los estados y procesos psicológicos de las personas.
[2][3][4] Es decir, algo muy positivo normalmente tendrá menos impacto en el comportamiento y en pensamiento de las personas que algo igualmente emocional pero negativo.
Rozin y Royzman indican que esta característica del sesgo de negatividad solo se puede demostrar empíricamente en las situaciones que son medibles, tales como comparar la temperatura ante una emoción positiva o negativa.
Por ejemplo, la experiencia negativa de una intervención dental se percibe más negativa cuanto más se acerca la fecha de la intervención (en este ejemplo se asume que el evento es igualmente positivo y negativo).
[7][8] El concepto de diferenciación negativa es consistente con la hipótesis movilización-minimalización[9] que postula que los eventos negativos, debido de su complejidad, requieren movilizar más recursos cognitivos para tratar la experiencia afectiva y un mayor esfuerzo para minimizar sus consecuencias.