Después que un magistrado había cumplido su mandato, usualmente era nombrado en forma automática miembro del Senado.
Esta ley también requería que los censores designaran a todo Magistrado elegido para incorporarse al Senado.
Aunque desde un punto de vista técnico estos decretos no tenían que ser obedecidos, en la práctica, por lo general, lo eran.
El último dictador ordinario, sin embargo, fue nombrado en el año 202 a. C. Después del 202 a. C., el Senado respondía a emergencias aprobando un senatus consultum ultimum ("Decreto Último del Senado"), que suspendía el gobierno civil declarando algo análogo a la ley marcial.
Mientras sesionaba, el Senado tenía el poder de actuar por su cuenta, e incluso contra la voluntad del magistrado que presidía si así lo deseaba.
[2] Un senador podía hacer una declaración breve, discutir el asunto en detalle, o hablar sobre un tema no relacionado.
[4][5] Los senadores tenían varias maneras en que podían influir (o frustrar) al magistrado presidente.
Hechos tales como aplausos, abucheos, o interrupciones a menudo desempeñaban un papel importante en el debate, y, en parte porque todos los senadores tenían un derecho absoluto para hablar libremente, cualquier senador podía responder en cualquier punto sí eran atacados personalmente.
Durante su mandato como dictador romano, Julio César promulgó leyes que requerían la publicación de las resoluciones del Senado.