En esta misma línea, el anestesista y médico berlinés, Hans-Christof Müller-Busch, especialista en medicina paliativa, ha publicado en (2004) en la Zeitschrift für Palliativmedizin (Revista de Medicina Paliativa) estudios tendientes a demostrar que los pacientes bajo sedación terminal no morirían más rápidamente que aquellos que no reciben estos medicamentos con fuerte efecto tranquilizante y analgésico.
[1] Por su parte, la Sociedad Española de Cuidados Paliativos ha elaborado algunas directrices, definiciones y consideraciones éticas.
[2] En conjunto con la Organización Médica Colegial, se ha elaborado una guía precisa que pretende regular el procedimiento a seguir en este tipo de sedación.
[5][6][7][8] Por otra parte, una encuesta realizada en 2009 entre casi 4000 pacientes del Reino Unido cuyos cuidados se había llevado a efecto siguiendo las normativa del «Care Pathway de Liverpool para el paciente agonizante», arrojó por resultado que mientras un 31% había recibido dosis bajas de medicación para controlar la angustia, la agitación o inquietud, solo el 4% había requerido de dosis más altas.
[9] La sedación terminal se realiza generalmente utilizando una benzodiazepina, principalmente Midazolam, en combinación con morfina o algún otro analgésico similar que sea fuertemente efectivo.
No existen directrices precisas ni una práctica uniforme para el manejo de la alimentación con fluidos y soluciones nutricionales durante la sedación terminal.
[10] En última instancia esto depende esencialmente de la intención del médico tratante, lo que en cada caso individual está fuertemente teñido por la subjetividad y en muchos sentidos se sustrae a todo criterio objetivo.
Esto podría indicar que la sedación terminal se está considerando cada vez más frecuentemente como una alternativa a la eutanasia.