El origen del culto está indisolublemente ligado a la histórica batalla de Acentejo, que enfrentó a guanches y castellanos por el control de la isla.
[1] La imagen del santo fue traía a la isla por el conquistador y escribano público Antón Vallejo a comienzos del siglo XVI, siendo una de las imágenes religiosas más antiguas de la isla y del archipiélago.
Antón Vallejo participó en la citada batalla de Acentejo, y cuando vio peligrar su vida rogó a su santo homonímico que lo protegiera.
En torno al templo surgió una tradición ganadera, considerada la más antigua de Tenerife.
Dicha tradición, aun se celebra con actividades relacionadas con el ganado y el mundo animal,[2] destacándose la llamada Octava Ganadera, una importante feria de ganado de importancia insular y regional.