El escultor, absolutamente desconocido, muestra un gran conocimiento sobre el comportamiento de la sangre sobre el cuerpo humano.
Sobre esa misma losa, San Guillermo de Finisterre había derramado vino tinto, quedando las marcas indelebles que aun hoy pueden observarse.
La simbología es clara: la talla aparece sobre el Ara Solis, cristianizando el mito del sol como protagonista de la muerte y resurrección.
En los tiempos cristianos es Jesús la luz del mundo (Ego sum lux mundi), que muere y resucita por el bien de la Humanidad.
La imagen se halla en un retablo barroco, obra del escultor Romay, de gran profusión decorativa.
El ornato corre a cargo de elementos como columnas salomónicas, parras y elementos vegetales, así como querubines en posición de vigilancia; todo ello pintado en dorado y verde oscuro.
Ese día los miles de romeros se acercan al templo a depositar a los pies de la imagen los exvotos y las oraciones pertinentes, algunas de ellas muy conocidas, como el Himno al Santo Cristo de Finisterre: Por lo demás, los finisterranos celebran, en las semanas previas a la Semana Santa, la novena en honor al Cristo, y durante todo el año mantienen el culto a la imagen con fervor.
Las rosas que decoran al Cristo durante la Semana Santa son enviadas a los hospitales.