Finalmente, en 1958 el arquitecto Luis Menéndez Pidal inicia los trabajos de reconstrucción y restauración del templo.
Es posible llegar en autobús urbano (Transportes Unidos de Asturias), a través de las líneas L-1 y L-2, que realizan los recorridos entre Trubia (San Andrés) y Tudela Veguín.
Durante la guerra civil sufrió grandes daños que acabaron con un incendio en el año 1936, con lo que la iglesia se derrumbó parcialmente, quedando en el olvido hasta que en el año 1954, Joaquín Manzanares, cronista oficial de Asturias y director del Tabularium Artis Asturiensis descubrió sus ruinas y se puso a trabajar en la restauración que le llevó cuatro años de trabajo bajo la dirección del arquitecto Luis Menéndez Pidal.
El templo está dividido en una nave única bastante ancha y transversal, que tiene semejanza con el transepto continuo de San Julián de los Prados, y con sendos recintos laterales.
Está formada por tres capillas de planta rectangular, siendo la central mayor que las laterales.
El pavimento corre a un mismo nivel, unos veinte centímetros más elevado que el de la nave.
La parte oeste está constituida por un pórtico de compartimentación tripartita, estrictamente original.
La bóveda central poseía unas anillas cuya finalidad era servir de enganche para lámparas y relicarios, como se puede observar en otros templos asturianos altomedievales.
No se conservan restos claros del pavimento de la nave.
Según parece, todos estos elementos se redecoraban con estuco pintado.
El tema decorativo es similar en ambos y está representado en una de sus caras por un estilizado arbusto del que salen pequeñas hojas combinadas con flores.
La iglesia estuvo revocada interior y exteriormente, pero en el interior, al menos, sobre la carga gruesa iba un estuco fino, que estaba decorado con pinturas semejantes a las de Santullano.
Los principales restos de pinturas se sitúan en el ábside central y el lateral sur.
La evidencia mejor conservada está en el intradós del arco de la capilla mayor, la central.
Este resto de capa pictórica es la única evidencia que tenemos para datar la iglesia entre los siglos IX y principios del X, ya que encontramos un motivo similar tanto en Santullano como en San Salvador de Priesca, consagrada en el 921.
[2] Representan una copa o crátera de la que sale una espiga, los colores son rojo-granate, amarillo-ocre siluetados por trazos negros, y es exactamente igual al motivo pintado en el mismo lugar que en Santullano.
La pintura del zócalo que recorrería el perímetro superior del ábside, en su pared norte, formado así por dos rectángulos recorridos por franjas de color rojo, negro, amarillo y rojo claro.
La aparición de esta pila bautismal sugiere la probabilidad de que la habitación sur del pórtico se utilizara como baptisterio, mientras que, en la norte, serían recibidos los neófitos con anterioridad a la administración del Sacramento.