Odilón de Cluny

Con el apoyo del Papa, extiende la orden cluniacense desde los Pirineos hasta el Rhin.

Se esfuerza por mantenerse en contacto con los más importantes representantes de la Cristiandad en su tiempo, entre ellos con el rey San Esteban I de Hungría (1000 - 1038), quien luego de 1016 abrió las fronteras de su reino a los peregrinos que iban por tierra a Jerusalén.

En una carta deja plasmada su percepción sobre este rey húngaro diciendo: "... en tu alma, se desborda enormemente la religión de Dios y el amor hacia el oficio religioso, pues el mundo entero lo sabe y lo anuncia, y en particular son aquellos los que dan testimonio de esto, quienes regresan a casa de la tumba del Señor (Tierra Santa)".

Para socorrer a los pobres, no titubea en sacrificar una parte del tesoro de su orden.

Su pensamiento teológico ha dejado a Cluny una huella importante aún después de su muerte, acaecida en 1049.