Al igual que su padre y su preceptor, el obispo Gerardo, está considerado santo.
También contenía la sugerencia de recibir generosamente a los extranjeros en Hungría, para crear así mejores lazos con otras nacionalidades.
Según las crónicas húngaras, en 1031 Emerico murió a los 24 años de edad (tomando este dato como preciso, habría nacido efectivamente en 1007) en una cacería tras recibir heridas de un jabalí, dejando así a Hungría sin heredero.
Mientras rezaba, Dios cubrió con su gran poder y luminosidad toda la iglesia y le habló a san Emerico, indicándole que la ofrenda más grande que podía hacerle a Dios era la castidad.
De esta forma, el príncipe se ofreció a sí mismo y con su fe reforzada más aún por dicha aparición, prometió que no tomaría ninguna esposa jamás.
Tal acontecimiento sería guardado en secreto tanto por Emerico como por su siervo, y en el futuro, inclusive luego de desposar a una princesa griega bizantina, Emerico se mantuvo virgen hasta su muerte.