Salomón (general)

Su segundo mandato en África estuvo marcado por victorias sobre los moros, que condujeron a la consolidación de la posición bizantina.

Tras unos años de paz, se reanudó la revuelta mora en cuyo transcurso Salomón perdió la vida.

[1]​ Poco se sabe de su carrera temprana excepto que sirvió a las órdenes del dux Mesopotamiae Felicissimus, quizá desde la creación el cargo en el año 506/507.

Pasó el invierno de 535-536 preparando una nueva expedición contra el monte Aurasium, pero sus intenciones se vieron interrumpidas por un motín del ejército en la primavera siguiente.

Una primera conjura en Pascua para asesinar a Salomón fracasó y los conspiradores huyeron al campo, pero pronto estalló una rebelión en el ejército de Cartago también.

[9]​ Al enterarse Belisario del motín, zarpó a África con Salomón y cien hombres escogidos.

La noticia de la llegada del famoso general fue suficiente para que los rebeldes abandonaran el asedio y se retiraran al oeste.

Sin embargo, el grueso de los rebeldes pudo huir y continuó su marcha hasta Numidia, donde las tropas locales decidieron unirse a ellos.

En un principio, los moros atacaron y sitiaron la guarnición bizantina avanzada (comandada por Guntarico) de Bagai, pero Salomón acudió al rescate con el ejército principal.

Los moros tuvieron que abandonar el ataque y se retiraron a Babosis, en la ladera del monte Aurasium.

Finalmente, los bizantinos salieron victoriosos y los moros tuvieron que huir del campo de batalla.

Poco después, los bizantinos también capturaron la fortaleza llamada la roca de Geminiano, donde Jaudas había enviado a sus esposas y tesoros.

Con el monte Aurasium asegurado, se estableció el control efectivo en las provincias de Numidia y Mauritania Sitifense.

[17]​ Este periodo duró hasta los años 542-543 cuando la gran plaga llegó a África y se cobró numerosas bajas especialmente entre los miembros del ejército.

Acompañado por sus sobrinos, Salomón marchó contra los moros mientras estos se reunían en las inmediaciones de Theveste.

El ejército bizantino estaba dividido: muchos soldados se negaban a luchar o lo hacían de mala gana.