Para otros, en cambio, es signo de excentricidad y lo ven como algo esnob.
Los relojes de bolsillo fueron inventados en Francia a mediados del siglo XVI.
Estos relojes pronto fueron conocidos por toda Europa y su invención se le atribuyó a Peter Henlein, nativo de la ciudad alemana.
Pero, al ser objetos de lujo, constituían y motivaban el frenesí por la decoración suntuosa propia del Renacimiento y del Barroco, por lo que fue necesario que los relojeros poseyeran el arte de la orfebrería, pues a menudo se utilizaban materiales preciosos.
[3] Para los siglos XVI y XVII, los relojes privados dejaron de ser una rareza, pero solo en el siglo XVIII se instauró la producción en masa y con ello una disminución importante en el precio.
En su libro The Wealth of Nations, Adam Smith declaró que: un reloj de bolsillo de los mejores, que a mediados del siglo pasado [XVII] podía haberse adquirido por veinte libras esterlinas, podía adquirirse ahora posiblemente por veinte chelines.
[7] El reloj de bolsillo constituyó además una excepción debido a sus relaciones con la astronomía.