De familia griega, era hijo de un comandante del ejército bizantino, quien tuvo que partir a lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío.
Apenas a los ocho años, sufrió el desprecio de sus parientes, los cuales rehusaban educarlo.
Sabas, se fue a un monasterio y, después de pasar varios años como monje ejemplar en su tierra, decidió partir para Jerusalén para aprender la santidad con los monjes de ese país.
Se dedicó a una vida llena de oración y penitencia.
Fue enviado tres veces a Constantinopla, residencia del emperador, para intentar conseguir que este no apoyara a los herejes y que favoreciera la causa de Tierra Santa.