Pero, cuando su padre, por vanidad, lo sacrifica, como Abraham a Isaac, ofreciéndolo en alimento a los jesuitas de Vannes (Bretaña), sus cualidades naturales y el genio potencial que dormían en él se disipan, debido sobre todo al mortal aburrimiento de las clases, a la idiotizante propaganda política y religiosa, la insoportable disciplina – casi militar – y a la moral represiva y contra natura del colegio.
Sebastián es irremisiblemente expulsado del colegio para salvaguardar el prestigio de la institución.
Se siente sucio y su curiosidad intelectual está adormecida.
Es incapaz de todo esfuerzo continuado y su sexualidad ha sido completamente perturbada.
Él la posee con un furor de muerte que con dificultad logra frenar.