En 2009[1] constituían más del 25% de la población total del país, aunque sólo el 15% hablaba ruso de manera habitual.
Desde 1991, las cuestiones vinculadas al acceso a la ciudadanía y la exigencia de comprender el estonio han generado sucesivas crisis entre la minoría y el gobierno de Tallin, así como también tensiones diplomáticas con Rusia.
Debido a esta exigencia, miles de personas de origen ruso nacidas en Estonia quedaron marginadas y se convirtieron en "no-ciudadanos".
A pesar de las críticas venidas desde Rusia hacia esta política, Estonia mantuvo esta política (muy similar a la que también adoptaron Letonia y Lituania respecto a sus propias minorías rusas) y dispuso un proceso de naturalización que exigía un conocimiento del idioma estonio, además de un mínimo de 5 años de residencia en el país.
Según la legislación estonia, para acceder a la ciudadanía el aspirante debe tener un alto nivel de manejo del idioma que le permita "tener comprensión auditiva de textos de la vida diaria como telenoticias, comunicados y declaraciones; ser capaz de sostener una conversación sobre algún tema como la familia, el trabajo, actividades de esparcimiento y compras; poder leer y hacer un pequeño resumen de un comunicado, noticiero,artículo periodístico o reglamento; poder completar ejercicios simples por escrito tales como llenar solicitudes, formular un curriculum vitae, escribir una dirección en un sobre, llenar una solicitud de empleo o escolar, escribir una carta de autorización y llenar formularios convencionales".