Su carrera como joven virtuosa abarcaba el repertorio de Liszt, Beethoven y Brahms, tocados con claridad e intensidad.
Todo eso cambió debido a una epifanía que experimentó al tocar a Bach en la que perdió el conocimiento brevemente y volvió a la conciencia con una sensación imborrable de la música como una experiencia en tres dimensiones, algo que existe en el espacio, así como en el tiempo.
Y nadie conocía esta música tan bien como ella: Angela Hewitt explicó en Music Matters una historia de cómo, en una visita en una tienda de pianos en Florencia, probó un piano; le gusto lo que oyó, y a continuación tocó en él todas las Goldberg.
[2] Tureck[5] no solo interpretó la música de Bach, sino que ejecutó un repertorio muy amplio que incluía obras de Beethoven, Brahms y Chopin, así como las obras de compositores más modernos como David Diamond, Luigi Dallapiccola y William Schuman.
En 1970, ingresó en el St Hilda College de Oxford, y tres años más tarde se convirtió en miembro visitante del Wolfson College de Oxford.
En estas reuniones, Tureck tocaba Bach en todos los teclados, desde el clave al Steinway y el sintetizador - a menudo en varios instrumentos durante un concierto - y tenía poca paciencia para las actitudes restrictivas que declaran que Bach solo debe ser interpretado con instrumentos históricos.
Sus grabaciones y partituras fueron legadas a Music Division y a Rodgers & Hammerstein Archives of Recorded Sound, formando ambas instituciones de The New York Public Library for the Performing Arts.
En un programa especial de la CBC sobre el pianista canadiense Glenn Gould,[6][7] el entrevistador comentó a Tureck que Gould la había citado como su "única" influencia.