Esta situación causaba que la metrópoli portuguesa quedara efectivamente relegada a la condición de territorio subordinado a Brasil, en tanto la sede del gobierno y la administración estaba en Río de Janeiro y desde allí el rey Juan VI dirigía todo el imperio colonial portugués.
Este en cuanto conoció la noticia del triunfo de la Revolución en la vecina España, con cuyos liberales o Sinédrio mantenía contactos, hizo un llamamiento para seguir su ejemplo.
Las elecciones se realizaron por sufragio indirecto en tres grados, que era la fórmula establecida por la Constitución española de 1812.
Todos los diputados que resultaron elegidos fueron liberales, con predominio de su sector más radical.
[6] Las Cortes constituyentes reclamaron la vuelta del rey a Portugal y este acató la orden, tras prometer el 24 de febrero de 1821 que aceptaría la Constitución que las Cortes aprobasen, fuese cual fuese.
Dejó como regente de Brasil al príncipe heredero don Pedro pero cuando llegó a Lisboa las Cortes no le reconocieron la autoridad para designar regentes y ordenaron el regreso de don Pedro a Portugal.