Memorial de Agravios (1760)

[1]​ A tal efecto se recordaba como se habían abolido el derecho público de los reinos de la Corona de Aragón, mientras se preservó el derecho privado aragonés, catalán, y mallorquín, a excepción del derecho privado valenciano que también fue abolido siendo introducido el castellano en Valencia, sin saberse la razón del porqué.Dicho agravio era más quejoso por cuanto los aragoneses no eran señalados en modo alguno para ocupar cargos en Castilla.[1]​ El memorial comenzaba poniendo en tela de juicio el principio uniformista de la Nueva Planta según el cual a un rey, una ley, con la siguiente pregunta: «Algunos deben pensar que si los españoles tenemos un mismo rey, conviene que tengamos una misma ley, para que sea perfecta la harmonía, la correspondencia, y la unión de esta monarquía».[4]​ Dado que la uniformidad legislativa e institucional en toda España no era conveniente debido a la diferencia de genio, dicha diferencia no supondría en ningún caso una quiebra de la unidad, y para ejemplificarlo los diputados usaron el símil de un cuerpo humano, «como el cuerpo humano no deja de ser uno, y perfecto, porque sus partes, aunque distintas y dispares, obedezcan la cabeza o el alma en la que residen», de lo cual se deducía que «así también, una y perfecta en el cuerpo de la monarquía, porque sus partes o regiones, aunque tengan leyes municipales diferentes, os obedecen y os son sujetas.[4]​ El catedrático González Casanova señala que el mismo argumento organicista de España sería usada posteriormente por el primer teórico político del catalanismo, Valentín Almirall, para justificar las diferencias legislativas entre los territorios de España.Asimismo las Reales Audiencias invadían las competencias económicas del gobierno de las ciudades, y los regidores nada podían hacer ante tal situación; para agravar la situación, los que optaban a regidores, lo hacían no para el buen gobierno ciudadano, sino «una tropa de jóvenes con el título de abogados pretenden varas y mientras que se madura su pretensión solicitan alguna residencia».[6]​ El siguiente punto expuesto por los diputados era la restauración de las Diputaciones del General o Generalidad (Generalidad de Aragón, Generalidad de Valencia, Generalidad de Cataluña), recordando que cada «reino tenía sus diputados que le representaban en sus tres brazos, eclesiástico, noble y real, contribuyendo todos al beneficio común», aseverando que solamente «podrán reprobar y resistir este establecimiento aquellos ministros que aspirasen a ser absolutos en las provincias», y lamentándose de los agravios sufridos hasta entonces concluyendo que «¡Cuántas vejaciones, Señor, y cuántas calamidades se hubieran evitado en aquellos reinos, si destinándose los tributos de la Generalidad, o Diputación, a los designios para que se impusieron, hubiese habido diputados!».