Esta tenía que estar ordinariamente en el aparador y se tomaba carta de pago de la entrega en la misma cédula, declarando las piezas cogidas y su peso.
Aquellos mozos de plata la llevaban y traían desde la posada del teniente de la plata a palacio y desde palacio la devolvían a su sitio después del servicio.
Se les daban tantas velas de cera como era necesario para los candeleros que ardían en el aparador estando delante del mismo en un candelero grande y ardiendo siempre un hacha, la cual llevaban o traían cuando era de noche.
Durante la comida, andaba el repostero de plata del aparador a la mesa de la persona real y de la mesa al aparador con diligencia y tacto, sin demasiado fervor, ejercitando su oficio y proveyendo lo que convenía teniendo precaución en dar los primeros platos en el orden en que se habían de llevar a la mesa tras el maestresala.
Los manteles, pañizuelos, toallas y paños de aparador que ya no servían, se entregaban a los reposteros de plata.