Esto generaba disgusto entre las élites políticas pues el Imperio sería regido por un príncipe europeo a la muerte de Pedro II.
La princesa Isabel era considerada como muy conservadora políticamente, rasgo que la hacía poco soportable para los intelectuales liberales, quienes preferían una evolución pacífica del Brasil con la cual se generase una república.
Si bien el emperador Pedro II disfrutaba de gran popularidad (inclusive entre los republicanos) no sucedía lo mismo con su hija y heredera ni con la monarquía como sistema.
Los jefes militares por su parte deseaban mayor protagonismo político tras el triunfo en la Guerra de la Triple Alianza y rechazaban que la nobleza imperial (usualmente ajena a la formación técnica de los militares) se lo denegase, por lo cual una crisis se hacía inevitable.
En la tarde de se mismo día un mayor del ejército acudió al palacio para comunicar a Pedro II que él mismo y toda la familia imperial debía salir del país en un plazo máximo de 24 horas.
De hecho el republicanismo había atraído a los grandes terratenientes sólo porque satisfacía sus intereses financieros y por resentimiento ante la Ley Áurea, pero no tenía suficiente apoyo popular para arriesgarse de inmediato a elecciones abiertas.
[1] Durante la República Velha el ejército brasileño se desarrolló como una institución nacional de gran influencia política y social.
Aunque la Iglesia católica en Brasil continuó su presencia a través del país, no era nacional sino internacional en su personal, doctrina, liturgia y propósitos, lo cual le impedía llenar realmente el vacío dejado por el Imperio extinto.
Las clases altas de la capital mostraban cierta simpatía hacia el republicanismo, pero no exhibían una adhesión ferviente a esta ideología.
Ante ello, los políticos republicanos nombraron al mariscal Floriano Vieira Peixoto presidente y ministro de guerra para asegurar la lealtad del ejército; aunque estaba previsto realizar elecciones presidenciales debido a que Fonseca no había llegado a la mitad de su mandato, Peixoto rehusó ejercer un gobierno provisorio y ejerció el mando presidencial hasta 1894 para culminar el periodo de su antecesor.
Los mandatos de Fonseca y Peixoto fueron la llamada República da espada, por cuanto el predominio político correspondió a los oficiales republicanos del ejército.
La errada gestión gubernativa de los presidentes Fonseca y Peixoto, así como la visible incapacidad del ejército para generar líderes políticos eficientes, causaron que el gobierno quedase bajo control de las élites económicas en la llamada República do café com leite entre 1894 y 1930.
En las últimas décadas del siglo XIX, los Estados Unidos, gran parte de Europa, y la vecina Argentina expandieron el derecho a voto.
Sin embargo, el verdadero poder estaba en las patrias regionales y en las manos de los potentados locales llamados «coroneles».
El coronelismo, que apoyó decididamente la autonomía estatal, dio lugar a la denominada «política de los gobernadores».
Aunque reprimido tras una fuerte resistencia, el movimiento del 5 de julio es de gran importancia política pues marcó el inicio del asalto a la "vieja república oligárquica" y su debilitamiento hasta su desaparición en 1930.
Dos años más tarde, en julio de 1924, estalló una revuelta militar en São Paulo; los insurgentes incluso lograron ocupar la ciudad durante tres semanas.
La oposición se unió en torno a Getúlio Vargas, mostrando por vez primera una quiebra entre Sao Paulo y Minas Gerais, así como el surgimiento de otra élite estadual en pugna por el poder: la de Río Grande del Sur que se unió en torno al opositor Vargas.
La elección de 1930 concluyó con el triunfo de Prestes gracias al apoyo gubernamental, pero Getúlio Vargas y sus partidarios clamaron contra un presunto fraude, movilizando a muy distintos grupos que tenían en común su descontento con la República Velha.