En la antigüedad, casi todas las religiones eran étnicas y generalmente cada pueblo antiguo tenía sus propias creencias y dioses, o un pacto con un dios nacional específico (henoteísmo) como el pueblo hebreo.
Casos excepcionales fueron los romanos que adoptaron la religión de los griegos, aunque latinizada.
Una situación similar se da con el budismo, tras la conversión del emperador indio Asoka del Imperio Maurya, quien envió misioneros budistas a Roma, Egipto, Afganistán, China, Sri Lanka y el Sudeste Asiático.
El budismo llegaría a convertirse en la religión predominante desde Afganistán hasta Japón, aun cuando luego el islam le quitaría terreno especialmente en el Indostán.
En general, las religiones universales son predicadoras y misioneras aunque este proselitismo puede variar desde un nivel discreto hasta uno activo.