En la Tierra, el Polo Norte y el Polo Sur son los centros de estas regiones, que están dominadas por capas de hielo que conforman los casquetes polares, descansando respectivamente en el océano Glacial Ártico y el continente antártico.
El Ártico no posee ningún representante botánico y en cuanto a la fauna cuenta con diversas especies que de modo más o menos esporádico acuden allí desde las cercanas masas continentales euroasiática y norteamericana.
Las aguas circundantes se caracterizan por su riqueza en plancton y especies piscícolas, lo que atrae a numerosos cetáceos.
Las regiones polares reciben menos radiación solar ya que la energía del Sol llega al planeta en un ángulo oblicuo, extendiéndose sobre una área más grande, y también viajando una distancia más larga a través de la atmósfera de la Tierra, en la cual puede ser absorbida, dispersada o reflejada.
Los países que poseen tierras en las regiones árticas son: los Estados Unidos (Alaska), Canadá, Dinamarca (Groenlandia), Islandia, Noruega, Finlandia y Rusia.
Aunque no hay culturas humanas aborígenes, existe en la Antártica un complejo ecosistema, especialmente en las zonas costeras.
Hay extensas zonas del interior de Groenlandia que están cubiertas por desiertos polares, con un clima extremadamente seco y frío, donde la vegetación apenas existe o se reduce a algunas pocas especies.
Otras especies menos dotadas para soportar las frías temperaturas, como los ratones, construyen túneles bajo el suelo para protegerse frente al rigor de las mismas.
Durante la época estival aparecen en la tundra mosquitos y otros insectos, así como mamíferos procedentes de la taiga, como la ardilla, el reno, el lobo o el alce.
Otros planetas y satélites naturales del sistema solar también poseen sus propias regiones polares.