Regidor (corona de Castilla)

Equivale a los que entre los romanos obtenían el empleo de decuriones, según la opinión del político Bovadilla.

Algunos autores, como Pellicer y Antonio Soteló, quieren atribuir el origen y establecimiento de estos regidores a los primeros tiempos de la Reconquista, en que afirman se establecieron varias leyes, por las cuales hecha la elección del rey don Pelayo, se empezó a gobernar la Monarquía eligiéndose para lo correspondiente a lo económico y policía a ciertas personas o Regidores que cuidasen de esto.

Afirma este historiador que habiendo experimentado el rey Enrique II de Castilla las perniciosas resultas que originaron en el Reino los grandes bandos nacidos entre los afectos a su partido y los que aún permanecían unidos al de su hermano difunto D. Pedro, contra los cuales habían pedido los Estados del Reino en las segundas Cortes de Toro no fuesen admitidos en sus antiguos pueblos, determinó en el año 1360 que en todas las villas y lugares donde reinaban semejantes alteraciones, se crease cierto número de personas nobles que, asistiendo con la Justicia a los Ayuntamientos y Concejos que en adelante se celebrasen, rigiesen y gobernasen el pueblo, de donde recibieron la denominación de Regidores.

Por el régimen así establecido, fueron expelidos del manejo de todos los negocios los vecinos del estado popular y demás que no gozasen de este honor.

Su objeto debe ser el celar en todo lo que pueda contribuir al mayor beneficio del municipio, pues al ser escogidos, estaban obligados a procurar su prosperidad y paz, haciéndose por su contrario proceder reos del castigo del Soberano, como lo ejecutó el rey Enrique III de Castilla informado de la poca exactitud con que satisfacían a sus oficios los Regidores de Córdoba, Sevilla y otras ciudades, por lo cual les privó de sus oficios y los reformó al número de tres o cuatro, permaneciendo así hasta el reinado de Juan II, hijo de dicho Don Enrique, quien lo aumentó y creó otros Regidores en las más ciudades pueblos del Reino, distinguiendo a la Imperial de Toledo en concederla algunos llamados Jurados, que en representación del Común, como Tribunos, defendiesen y patrocinasen sus intereses públicos.