Al llegar a Derby el 4 de diciembre, se detuvieron para discutir su estrategia futura.
Con varios ejércitos gubernamentales en marcha hacia su posición, estaban en desventaja numérica y en peligro de quedarse atrapados.
La decisión de retirarse fue apoyada por la inmensa mayoría, pero dio lugar a una grieta irreparable entre Carlos y sus partidarios escoceses.
Carlos escapó a Francia, pero fue incapaz de ganar apoyo para otra intentona, y murió en Roma en 1788.
En 1688, la Revolución Gloriosa reemplazó en el trono a Jacobo II por su hija protestante María y su esposo Guillermo.
[1] Los jacobitas siguieron siendo importantes en la política británica e irlandesa, pero con objetivos muy diferentes y enfrentados.
[8] Si bien los Estuardo eran un instrumento útil para los políticos franceses, la restauración era costosa y era poco probable que cambiase la cuestión de la fortaleza financiera del Reino Unido.
Esto hizo que las revueltas existentes, baratas de sostener para Francia, le resultasen más oportunas a esta, pese al gran coste que podía suponer para los escoceses, como señaló el propio Carlos.
[9] Como el apoyo tenía que ser barato y los estadistas franceses no apreciaron el costo o la complejidad de las operaciones marítimas, esto dio lugar a una gran cantidad de planificación, pero muy poca acción.
[14] Cuando Luis preguntó por qué los ingleses necesitaban ayuda si el apoyo era tan generalizado, sus asesores lo atribuyeron a la aversión hacia los extranjeros, y la represión gubernamental.
[17] Se aprestaron doce mil soldados en Dunkerque; cuando las fuerzas navales francesas hubiesen alejado a la Royal Navy del Canal, las tropas abordarían los transportes y desembarcarían cerca de Londres.
[19] Las tormentas luego hundieron doce barcos franceses y dañaron gravemente los transportes, mientras que el Gobierno británico arrestó a un gran número de jacobitas sospechosos.
[20] A fines de marzo, Luis anuló la invasión, declaró la guerra al Reino Unido en octubre y se centró en las campañas en el continente.
[24] El más destacado de ellos era John O'Sullivan, un exiliado irlandés y ex oficial del ejército francés que actuó como su asesor principal.
Entre estos se contaba lord George Murray, un soldado veterano previamente indultado por el Gobierno por su participación en los levantamientos de 1715 y 1719.
[28] Su jefe militar, sir John Cope, apenas contaba con 3,000 reclutas, en su mayoría bisoños, por lo que poco pudieron hacer al comienzo los representantes británicos para sofocar la rebelión.
Forbes confió en sus relaciones personales para conservar la fidelidad de la población y, aunque fracasó con Lochiel, Murray y lord Lovat, muchos otros notables no se unieron a la rebelión como resultado de sus esfuerzos.
[31] El Consejo del Príncipe, compuesto por entre 15 y 20 de los principales jefes jacobitas, pasó las siguientes 6 semanas debatiendo la estrategia.
[33] El principal objetivo de los escoceses de poner fin a la Unión, que hasta esos no había sido posible y esto quería consolidar su posición; aunque estaban dispuestos a colaborar con un posible levantamiento inglés o una invasión francesa, no lo harían por su cuenta.
Para los irlandeses, solo un Estuardo en el trono británico podría garantizar la Irlanda autónoma y católica que les había prometido Jacobo II.
[34] El Consejo aceptó la invasión, pero solo con la condición de que los rebeldes recibirían un significativo apoyo inglés y francés.
Si bien el castillo estaba en malas condiciones y lo defendían solo ochenta veteranos, los jacobitas tenían un equipo de asedio mínimo.
Cuando funcionaba, esta táctica dio como resultado rápidas victorias como las de Prestonpans y Falkirk, pero cuando fallaba, los montañeses no podían mantener su posición.
[9] En realidad, la ruptura de la relación entre el pretendiente y sus partidarios escoceses hizo improbable una segunda campaña victoriosa.
[55] La última persona en ser ejecutada por sus creencias jacobitas fue el doctor Archibald Cameron, hermano menor de Lochiel, que fue condenado por traición por su participación en la rebelión del 45.
Muchos escoceses estaban desilusionados, mientras que el declive de los jacobitas ingleses desde 1715 se plasmó en su incapacidad para coadyuvar en la rebelión.
Los historiadores modernos sostienen que el nacionalismo fue un factor clave para muchos escoceses jacobitas, por lo que la rebelión forma parte de una idea política en curso, no el último acto de una causa y cultura condenadas.
Ramsay fue seguido por Robert Burns, pero otros como James MacPherson miraron atrás a un pasado más distante que era tanto escocés como gaélico.
A principios del siglo XIX, el novelista Sir Walter Scott fue más lejos al transformar la rebelión y sus secuelas en una historia compartida por los unionistas.
Aunque no está estrictamente relacionado con el 45, la autora británica Joan Aiken escribió una serie de libros infantiles ambientados en una Gran Bretaña alternativa del siglo XVIII donde James II nunca fue depuesto y su hijo James III lucha contra constantes conspiraciones pro-Hannoverianas.