Rebelión irlandesa de 1641

[4]​ Sin embargo, hacia el siglo XVII, las diferencias culturales entre ambos grupos, especialmente en las élites sociales, tendieron gradualmente a desaparecer.

[6]​ En el despertar de la época isabelina, la población nativa se caracterizaba por profesar el catolicismo romano, en contraposición a los nuevos colonos anglicanos, los presbiterianos escoceses y la administración inglesa oficial, que era protestante.

[7]​ Durante el siglo XVII, la conquista del país estuvo marcada por colonizaciones a gran escala, notablemente en Úlster y Munster, que consistieron en expropiaciones masivas de tierras a terratenientes irlandeses que se habían rebelado contra la Corona inglesa, y en ocasiones de sus trabajadores.

En 1607, como resultado de estas acciones, se disolvieron los antiguos clanes irlandeses O'Neills y O'Donnells, los cuales abandonaron la isla siguiendo a otros que lo habían hecho anteriormente en la conocida «Fuga de los Condes».

Los católicos no podían ostentar altos cargos estatales o servir bajo cierto rango en el ejército.

[8]​ Además, por una ordenanza del siglo XV (ley de Poyning), los irlandeses quedaron subordinados al parlamento inglés.

[8]​ En respuesta, los irlandeses propusieron lo que se llamó Las Gracias, que consistía en apelar directamente al rey, primero a Jacobo I y después a Carlos I, solicitando plenos derechos como súbditos y la tolerancia de su religión.

Además planeaba futuras colonizaciones en Galway y Kilkenny, dirigidas principalmente a las familias de los ingleses viejos.

[13]​ La tentativa del rey por sofocar la situación fracasó cuando el Parlamento largo inglés, el cual tenía una importancia religiosa similar a la de los escoceses, rechazó votar para que se pagasen nuevos impuestos para formar un ejército.

Decidieron dar un pequeño golpe en nombre del rey para prevenir una posible invasión y forzarle a que les concedería sus peticiones.

Confiaban en conseguir varios objetivos en el tiempo suficiente para poder llevar a cabo sus demandas en el resto del país.

[16]​ Mientras tanto O'Neill tomó con éxito varios fuertes en el norte de la isla, alegando que actuaba en nombre del rey.

Todos estos eventos escaparon rápidamente al control de quienes los habían instigado.

[19]​ Inicialmente, los rebeldes no atacaron a los colonizadores escoceses, pero al continuar la rebelión, éstos se convirtieron también en blanco de ataques.

Muchos lores católicos que habían perdido tierras o temían ser desposeídos de ellas, se unieron a la revuelta y participaron en las contiendas contra los colonizadores.

Sin embargo, en este punto, las escaramuzas consistían en linchamientos y saqueo de bienes más que en asesinatos.

[24]​ Otro de los factores desencadenantes consistió en el agudo antagonismo hacia la cultura y la lengua inglesa, que había sido impuesta en el país.

La ferocidad irlandesa contra los protestantes estaba alimentada por la excepcional riqueza que poseía la iglesia en Úlster en la Irlanda contemporánea.

[28]​ Las primeras octavillas parlamentarias aseguraban que habían perdido sus vidas alrededor de 200 000 colonos.

[31]​[32]​ A lo largo del país, y durante toda la rebelión, se intensificaron los ataques hacia los colonizadores.

[36]​ Algunos historiadores modernos han debatido que las matanzas de 1641 tuvieron un poderoso impacto entre los colonos protestantes.

Después de estos sucesos la guerra continuó siendo brutal, pero tanto O'Neill como el comandante escocés Robert Munro lucharon adoptando un código de conducta que habían aprendido siendo soldados profesionales en el continente europeo.

[48]​ Las matanzas cometidas por ambos bandos intensificaron a largo plazo la animosidad sectaria que se originó en las colonizaciones.

Según el historiador Padraig Lenihan, «la celebración colaboró en afirmar la solidaridad comunal y a enfatizar la necesidad de vigilancia implacable; percibían que las masas de católicos que los rodeaban eran y siempre serían enemigos crueles e irregenerables».

[51]​ Desde 1641 hasta 1642 las escaramuzas las perpetraban pequeñas bandas locales que organizaban los lores, o entre hombres de la población local que atacaban a civiles y a grupos religiosos de etnia opuesta.

Por entonces los lores ingleses que estaban asentados en la Empalizada ya se habían declarado ellos mismos en rebelión.

Carlos I, inicialmente hostil hacia los insurgentes, envió un gran ejército a Dublín para doblegarlos.