La institución se extinguió por falta de actividad en 1776.No obstante, la Academia Portuguesa de la Historia, fundada en 1936, se erigió como su sucesora.[2] En su decreto fundacional se determinó que «se escribe la historia eclesiástica de estos reinos y, posteriormente, todo lo relacionado por la historia de estos y sus conquistas».Gracias a una Carta Regia del 11 de enero de 1721, los académicos recibieron una autorización especial que le facilitaba el acceso a los archivos del reino.Con ella se reformuló la historiografía portuguesa, ya que en la academia confluyeron el abandono la literatura monástica como principal fuente del conocimiento histórico; pero también una cierta limitación en la recogida y el tratamiento de la información, lo que supuso una pérdida de eficacia, comprensible a la luz de la revolución metodológica que sus miembros pretendían, aunque aparentemente sin asimilar del todo los nuevos procesos.