Tras haber estudiado en Roma y de una complicada historia amorosa, acabó sus días en el Convento del Beato Antonio, en Lisboa.
El navío que lo conducía sufrió un violento temporal enfrente de Cartagena (España), pero llegó a su destino felizmente.
Vieira Lusitano recibió gran disgusto al saber de tal idea, porque en verdad, poco hube aprovechado con su estada en Roma, y le pidió para tardarse más algún tiempo, por ser su ardiente deseo perfeccionarse en la pintura.
Marquês de Abrantes no le gustó el pedido, y parece aunque trató desabridamente su protegido; finalmente, reconociendo que el pedido era razonable, lo dejó quedar en Roma, y Vieira allí se tardó dos años más, entregándose entonces con todo el ardor al estudio, y teniendo Francesco Trevisani por maestro.
Posteriormente pintó también en la sacristía de la iglesia patriarcal algunos cuadros representando a los Apóstoles, un Ecce Homo, Cristo crucificado, El Señor prendido a la columna y Cristo caminando hacia el Calvario; también hizo los esbozos de tres cuadros: El Salvador, San Juan Evangelista y San Lucas, los cuales no llegó a concluir.
Desanimado por no haber conseguido del pontífice aquello que tanto ambicionaba, regresó a Portugal.
Al volver a la capital portuguesa fue nombrado pintor del rey con el sueldo mensual de 60 000 reales, gastos aparte.
Guilherme Hudson también adquirió una Adoración de los Reyes Magos, que llevó a Inglaterra.