Al terminar sus estudios, después de trabajar en la panadería familiar y habiendo cumplido con el servicio militar, decidió dedicarse a la pintura profesionalmente.
Hasta la llegada de la guerra civil española cosechó muchos éxitos y trabajó en muchos campos.
Entonces comenzó una etapa muy difícil con todos sus avalistas lejos del país y en un ambiente que le era hostil.
Algunos críticos han catalogado su estilo de realismo mágico, aunque el propio pintor nunca quiso enmarcarse en una determinada corriente.
Calsina ha tenido siempre un público fiel y entusiasta, pero un escaso reconocimiento oficial.
En 1990 se realizó otra gran exposición antológica en el Centro Conde Duque de Madrid, con la colaboración del Ayuntamiento.
En febrero de 2001 se inauguró en Barcelona, en el barrio del Pueblo Nuevo, una plaza que lleva su nombre.