En 1934 se trasladó a Valparaíso, donde concluyó sus estudios y su excepcional talento fue advertido por el entonces joven abogado y profesor Victorio Pescio Vargas, quien lo incorporó a su estudio jurídico.
Al caracterizar sus clases se ha dicho que en el aula sus lecciones tenían la llaneza de un producto intelectual bien decantado, sus frases eran breves y precisas; sus adjetivos, certeros y rotundos.
Al evaluar, era implacable para exigir total manejo de los principios fundamentales.
Muchas generaciones de estudiantes, abogados y jueces han encontrado en estos manuales – dice Álvaro Quintanilla – la explicación clara, cabal y sobria de las más complejas instituciones del Derecho Civil y de los problemas a que ellas dan lugar.
En sus escritos se supera la tentación por el detalle y la minucia, por la concordancia ocurrente pero sin importancia.