Quatre-Vallées

La desdichada Isabel, que había dado su fortuna a la caridad para redimirse de su pecado, terminó en la pobreza total, y encima se quedó paralítica con hemiplejía.

En 1607, unió a su Corona francesa aquellos feudos suyos que estaban bajo soberanía francesa (es decir, el Condado de Foix, Bigorra, Cuatro Valles y Nebuzán, pero no Bearne ni Baja Navarra, que eran países soberanos por fuera del reino de Francia), y así los Cuatro Valles pasaron a formar parte del dominio real.

Empero, Cuatro Valles mantuvo todos los privilegios que le habían sido concedidos en la Edad Media, así como sus estados provinciales hasta la Revolución Francesa, y decidía libremente el nivel de las cargas fiscales y cuánto darle al rey.

Los estados provinciales de Cuatro Valles, compuestos por solo diez miembros, se reunían una vez al año en una posada en Garaison, un famoso centro de peregrinaje donde se dice que María, la madre de Jesús en la religión cristiana, se apareció a principios del siglo XVI.

Al estallar la Revolución Francesa, los Cuatro Valles se mantuvieron en paz.

Al principio se proyectó que Cuatro Valles se uniera con las provincias de Nebuzán y Cominges, y que las tres eligieran representantes comunes a los Estados Generales en Versalles.

Al final, se les permitió enviar su propio representante a los Estados Generales.

El pueblo de Cuatro Valles objetó amargamente, haciendo hincapié en los viejos lazos históricos y económicos con Cominges, pero fue en vano.

La zona siguió siendo muy tradicional hasta bien entrado el siglo XX y la modernidad se introdujo lentamente.

Como el resto de los Pirineos, Cuatro Valles sufrió mucho a causa del éxodo rural.