Publio Sulpicio Rufo (tribuno de la plebe 88 a. C.)

Estaba muy endeudado, y parece ser que Mario le había prometido ayuda financiera en el caso de apoyarle para conseguir el mando en las guerras mitridáticas.

Para asegurar su nombramiento, Sulpicio logró promulgar una ley mediante la cual los aliados itálicos, recientemente nombrados ciudadanos romanos, podrían desbordar a los antiguos electores.

Mario logró escapar a África, pero Sulpicio fue descubierto en una villa en Laurentum y fue muerto.

Aunque había actuado judicialmente contra el turbulento tribuno Cayo Norbano Balbo, y se había resistido a la propuesta de deshacer sentencias judiciales por decreto popular, no dudó en granjearse la enemistad de la familia Julia oponiéndose a la candidatura para el consulado de Cayo Julio César Estrabón Vopisco, que nunca había sido pretor y era, por tanto, legalmente inelegible.

De Sulpicio como orador, Cicerón dice (Brutus, 55): "Era de lejos el más dignificado de todos los oradores que he oído, y, hay que decirlo, el más trágico; su voz era alta, pero a la vez suave y clara; sus gestos estaban llenos de gracia; su lenguaje era rápido y voluble, pero no redundante ni difuso; intentó imitar a Craso, pero le faltó su encanto."