Jurista estimado, Farinacci tuvo numerosos cargos políticos en los Estados Pontificios, entre los que estaba el de «procurador fiscal».
La fama duradera de este caso fue tal, que incluso siglos después del evento, su nombre aparecía en los numerosos manuscritos dedicados al «Caso Cenci» o en los múltiples romances del siglo XVIII dedicados al tema.
Farinacci murió en Roma; su monumento fúnebre se encuentra todavía en la iglesia de San Silvestre en el Quirinal.
En 1595 comenzaron a circular rumores sobre su homosexualidad, hasta que fue investigado por sodomía (en la época castigado con la pena capital) por Berardino Rocchi, un joven servidor de Marco Sittico, cardinal Altaemps.
Farinacci consiguió evitar la condena sólo porque el papa Clemente VIII decidió concederle la gracia.