Los minerales que muestran una mayor concentración de este metal son el rutilo (TiO2) y la ilmenita (FeO·TiO2), además de la anatasa y la brookita (ambas son también TiO2).
Este fue el primer proceso que permitió la obtención de cantidades apreciables de titanio puro, y se sigue utilizando mayoritariamente en la actualidad.
Históricamente otros métodos se emplearon para la producción del titanio, comenzando por el informe en 1887 de Nilsen y Pettersen utilizando sodio.
Su alta reactividad hacia trazas de agua y otros óxidos metálicos representaba un desafío.
[2] El titanio de Kroll es muy dúctil lo que refleja su gran pureza.