El Archipiélago Canario adquiere una gran importancia desde su descubrimiento, esto justifica las distintas expediciones que se realizan sobre el territorio desde la protagonizada por Lancelot Maloicel, la portuguesa de 1341, la del año siguiente encabezada por Francesh des Valers desde Mallorca y la emprendida poco después por Domingo Gual.
Al ser las Islas Canarias tierra no dominada por príncipes cristianos, y habitada fundamentalmente por paganos, el primer título jurídico para tener la potestad de dominar el territorio debía venir, según la visión europea de aquel momento, de la máxima autoridad eclesiástica, es decir el Papa.
El pontífice aceptó de buen grado la proposición de don Luis y, en solemne Consistorio público, ante veintiséis cardenales, varios obispos y un abundante público hizo dar lectura a la Bula.
Para otros historiadores don Luis sobrevivió a esta batalla y en los últimos años de su vida fijaría su residencia en el Languedoc.
El hijo natural recibiría una renta y debía quedar al cuidado de doña Guiota d´Uzés hasta los quince años.
Su servidumbre fue gratificada también con cantidades oscilantes entre sesenta sueldos y veinte libras tornesas.
Nombró al primer prelado, que fijó su sede en Telde (Gran Canaria) desde 1352.