Derogado tras los Decretos de Nueva Planta, perduró no obstante en la institución del somatén.
La asistencia debía ser tan rápida como fuese posible, siendo considerados en caso contrario como culpables de incumplimiento de un deber ya que «nadie puede fallarle al príncipe en una cuestión tan importante».
Sin embargo, la movilización general se mantenía, invocando el princeps namque a través del somatén.
La segunda mitad del siglo XIV fue el período en que en más ocasiones se invocó el usatge.
En 1640 el princeps namque adquirió trascendencia política, ya que las Cortes catalanas rechazaron reiteradamente la institución de la Unión de Armas propuesta por el Conde-Duque de Olivares, ya que la misma se destinaba a guerras exteriores, lo que contravenía el usatge.