Desde 1862 existía una jefatura de Estado hereditaria en Rumania, primero como principado y después como reino.
Tras las elecciones, y ante las denuncias de fraude electoral, los partidos monárquicos tradicionales fueron declarados ilegales (agosto de 1947) y la Asamblea General, constituida en su totalidad por los comunistas, obligó al rey Miguel I a abdicar, fue expulsado del país.
Rumania fue constituido como un estado socialista a imitación de la Unión Soviética, por tanto, no existía una jefatura de Estado al uso, sino que la Gran Asamblea Nacional, órgano legislativo supremo, elegía un presídium (comité) para dirigir el gobierno mientras el órgano legislativo no estaba reunido (era convocado dos veces al año).
Con la caída del comunismo, Rumania se convirtió en una república semipresidencialista, manteniendo el cargo de presidente elegido por voto popular.
El presidente ejercerá durante cinco años, pudiendo ser reelegido para otro mandato.
No obstante en caso de guerra o catástrofe el presidente podrá ver prolongado su mandato mediante ley orgánica (artículo 83).
Un presidente interino no podrá comunicar mensajes al parlamento ni convocar referendos.
Durante el lapso que estuvo apartado del cargo, Nicolae Văcăroiu actuó como presidente interino.