En el 344 a. C. Filipo II había heredado de su familia una disputa constante contra los ilirios, y no hubo forma de arreglar la situación, que llevó a la guerra.
Por esa razón, invadió el territorio de los taulantios, capturando varias ciudades y pueblos y regresó a Macedonia con un tesoro considerable.
Incluso Filipo resultó herido en la persecución de los supervivientes.
Luego del conflicto, el estado quedó limitado a unos pocos territorios alrededor del mar Adriático.
Sin embargo, el rey continuó con políticas agresivas hacia los macedonios, hasta que en 335 a. C. Glaucias y Clito se rebelaron contra Alejandro Magno.