Más precisamente, en el denominado microcentro porteño, rodeada por las calles Hipólito Yrigoyen, Balcarce, Avenida Rivadavia y Bolívar del barrio de Monserrat.
o Grande Adelantado Jesuitas Fuerte o del Mercado Victoria La otra manzana, es decir, la que forman las calles Balcarce, Hipólito Yrigoyen, Rivadavia y Defensa, se la dio en propiedad a Juan Torres de Vera y Aragón quien jamás edificó en ella, dejándola en total abandono hasta que en 1608 el procurador general pidió que fuera destinada a plaza.
En 1763, el acaudalado don Francisco Álvarez Campana propuso al entonces gobernador Pedro de Cevallos construir por su cuenta una recova[2] que dividiera en dos mitades a la plaza y fuera destinada a comercios y puestos para la venta.
Además, en este mismo año, el virrey Rafael de Sobremonte ordenó que los vecinos a la Plaza Mayor levantaran arquerías frente a sus edificios para que unificaran sus fachadas con el estilo de la del Cabildo y la Recova.
También, en la misma plaza, instaló asientos, pavimentó, formó jardines y plantó trescientos paraísos (melia azedarach) en hilera.
Durante la época de Juan Manuel de Rosas el país atravesaba serias dificultades económicas, motivo por el cual se sacaron a venta pública varias propiedades del Estado, entre las que se encontraba la Recova Vieja.
Años más tarde la familia Anchorena ganó un juicio por el cual la Municipalidad debió compensarla con una alta cifra de dinero.
Irónicamente Sarmiento había señalado años antes al tío del escultor, Martín de Santa Coloma, a Urquiza, para que lo degollase en Caseros.
Desde la base se eleva una columna artística que sostiene un plato ornamentado con delfines, separados por resetas vertederas.
Se colocó en cambio unas rejas que cruzan transversalmente la plaza, lo cual provocó rechazo de algunos sectores.
Los capitulares salieron entonces al balcón para presentar directamente a la ratificación del pueblo la petición formulada.
Los festejos duraron cuatro días e incluyeron danzas, sorteos y manumisión de esclavos.
En la plaza se había construido para recibirlo un arco triunfal y un tablado con una orquesta de música.
En un tumulto adornado con banderas descansaba un busto sobre un pedestal alto mientras una sección militar le rendía guardia de honor.
Deportistas exitosos, en especial futbolistas, también disfrutaron del privilegio de celebrar desde allí los triunfos obtenidos.
[21] La manifestación produjo una seria crisis política en el gobierno presidido en aquel entonces por Juárez Celman provocando la renuncia inmediata de todos sus ministros.
La Revista Caras y Caretas relató:[22] También en 1900, con motivo de la visita del presidente brasileño Campos Salles se instaló como adorno una estructura metálica en el lugar que hoy ocupa la Pirámide.
Si bien este alzamiento fue sofocado, tres meses más tarde volvería a atacar y triunfaría con el nombre de Revolución Libertadora, que también tuvo su propia gigantesca manifestación en la plaza.
En 1986, tras ganar la selección argentina de fútbol la Copa Mundial en México, el equipo integrado entre otros por Diego Armando Maradona y dirigido por Carlos Bilardo, saludó desde el balcón de la Casa Rosada a la multitud que llenaba la plaza.
Sin embargo, el discurso presidencial provocaría rechazo al definir a los rebeldes como Héroes de Malvinas y al terminar el discurso con un saludo de ¡Felices Pascuas, la casa está en orden y no hay sangre en la Argentina!
Durante el día 20 la represión policial provocó varias muertes, algunas de ellas causadas en la propia plaza, en lugares que aparecen demarcados en la actualidad.
Cuando con el correr de los días la situación política se calmó y asumió Eduardo Duhalde, la plaza fue dividida en dos por una improvisada valla metálica que sin embargo permaneció allí hasta la actualidad, vigilada por numerosos policías.
Habían sido juzgados por un Consejo de Guerra que los condenó a ser ahorcados y descuartizados.
El virrey Joaquín del Pino y Rozas modificó esta sentencia, y dispuso que luego de ahorcados solo Curú fuera descuartizado, mientras que al resto solo debían cortárseles las manos luego de ser decapitados.
Durante este levantamiento intentaron apoderarse del Fuerte, liberando a varios presos que se sumaron al combate.
Además, los cuerpos de Santos Pérez y los Reynafé debían ser expuestos en la horca durante seis horas.
La primera corrida de toros que se realizó en Buenos Aires tuvo lugar en 1609 en la Plaza Mayor.
Los balcones del Cabildo se usaban como palco para las autoridades y gente «principal».
Se agregaba al programa el desfile de muñecos, enanos, máscaras, actores etc.
En efecto, construcciones inconclusas habían dejado en el mencionado solar pozos y excavaciones que se conocieron como Hueco de las ánimas.