En la época se su creación, en el mismo momento que la de la Ópera de Charles Garnier, esta plaza tenía como objetivo principal dar al peatón el espacio suficiente para admirar la fachada principal de este edificio.
Estamos entonces en pleno auge del art nouveau frente al academicismo y la elección del artista para su realización resultó problemática.
Las salidas «debían ser tan majestuosas como el monumento que sirven».
Tras numerosos debates, la altura y el estilo de la estación diseñada por el arquitecto se juzgaron en total desacuerdo con los de la Ópera.
Así, el proyecto de una estación aérea con estructura metálica dio paso a las discretas bocas que conocemos en la actualidad.