Expuesto por primera vez en el Salón de 1819, la acogida fue positiva y se dice que incluso el rey elogió al autor.
Una lira, situada justo detrás del escultor, recuerda sin duda a las Musas, la inspiración artística y el arte mismo.
A la izquierda hay una escultura de la diosa del amor ante un altar encendido, cuya cabeza está iluminada por un resplandor.
Cubierta solo hasta la cintura por un manto, sostiene en su mano izquierda una paloma, ave que en la antigüedad le era ofrecida en sacrificio, recordando la oración de Pigmalión.
[5] Su mirada no solo está fija en Galatea, sino que también muestra en cierto modo su agradecimiento a los dioses, ya que está dirigida hacia arriba, de donde proviene la luz y se alza ella debido al pedestal.
Su vestimenta, un manto rojo bordado en oro, recuerda su ascendencia real (era rey de Chipre) y llama la atención por su color brillante.
[8] Entre Pigmalión y Galatea flota la figura alegórica del Amor, representada en su forma de Cupido alado.
Su mirada también se dirige hacia la estatua de Venus, como si fuera un guiño a la intervención divina.