Muy joven marchó a Venecia, donde entró como aprendiz en el taller de Alessandro Varotari, il Padovanino.
Esta primera parte de su vida es novelesca; fue apresado por los turcos cuando se dirigía a Jerusalén.
Cuando abandonó esta capital (1632) fue hecho prisionero por unos piratas berberiscos, que le llevaron a Túnez, donde estuvo durante ocho meses encadenado en una celda.
No aceptó el pintor, que se licenció en cuanto la nave atracó en Malta.
Su primera obra fechada y firmada, el Rapto de las Sabinas, refleja claramente estas influencias.
Permaneció ya toda su vida en Venecia, excepto una estancia en la corte imperial (1658-59), donde el emperador Leopoldo I le hizo conde palatino del Imperio.
No hay acuerdo acerca de su valor como artista; para unos es elegante y delicado, para otros totalmente superficial.