Encargado por Giovanni Botonti, clérigo de la cámara, el retablo le ganó gran notoriedad al artista, marcando el inicio de su fructífera colaboración con Miguel Ángel.
Miguel Ángel también fue a Viterbo en esos años a curarse del "mal de la piedra"; en esa circunstancia dibujó la instalación termal de Bacucco en una hoja ahora conservada en Lille.
En un paisaje nocturno, que Vasari atribuyó completamente a Sebastiano, se encuentran las dos figuras monumentales y aisladas de María sentada y Jesús muerto, yaciendo tendido a sus pies.
Plenamente completa aparece la síntesis entre la expresividad de las figuras humanas inspiradas en Miguel Ángel y el uso del color y del paisaje típicamente veneciano de Piombo.
La ambientación nocturna, tan rara y crucial para los futuros desarrollos del arte italiano, estaba dictada por necesidades vinculadas a una correcta lectura del texto bíblico, y a exigencias narrativas, para aislar el cuerpo muerto de Cristo del fondo y amplificar su dramatismo.