[1] Ordenado sacerdote, llegó a conocer catorce lenguas, entre ellas el hebreo, el árabe, el caldeo y el griego.[2] En aquella época ya había comenzado Astarloa sus estudios sobre el euskera con una primera obra El arte bascongado, siendo reconocido por su labor por don Antonio María de Letona, que le recomendó a Lorenzo Hervás tributándole diversos elogios: La labor de intermediación entre Astarloa y Hervás fue realizada por José Antonio de Campos y Juan de Leiza al que remiten diversas epístolas,[3] según dicha correspondencia Astarloa envía documentos a Hervás para su aprobación, realizando Hervás ciertas correcciones a los mismos.En 1802 Astarloa se fue a Madrid, donde ya había estado de viaje con anterioridad[4] y allí permaneció hasta su muerte.A finales del siglo XVIII y principios del XIX en las provincias que hoy se corresponderían al País Vasco y Navarra, existía una intensa labor intelectual que reivindicaba la especificidad regional siendo la pureza lingüística un elemento esencial del discurso amparado por los gobiernos provinciales.[6] Polemizó Astarloa con las ideas del citado Joaquín Traggia Uribarri, Juan Antonio Llorente y José Antonio Conde sobre el origen de la lengua vasca, para lo que publicó en Madrid (1803) su obra Apología de la lengua Bascongada o ensayo crítico-filosófico de su perfección y antigüedad sobre todas las que se conocen, en respuesta a los reparos propuestos en el «Diccionario geográfico histórico de España».