Para 1920, su galería era reconocida como la más activa e influyente del mundo.
Junto a su hijo Alexandre pasarían el resto de sus vidas intentando demostrar el saqueo nazi.
En su Journal3, Jean Cocteau, relata una escena con el marchante de arte (Paul Rosenberg):
Paul Rosenberg comenzó a darse cuenta de que, en mi cabeza, su historia es sórdida.
Y añade: "Alguien tuvo una buena risa allí.