[1] Caída un tanto en desuso hoy día, su importancia fue considerable la mayor parte del tiempo entre los muebles rústicos.
El pan a menudo no se preparaba más que una vez por semana y debía pues conservarse en las mejores condiciones.
Existían paneras sobre patas, colocadas sobre un aparador bajo o a menudo suspendidas en un soporte contra la pared, para quedar fuera del alcance de ratas y ratones.
Al inicio, las paneras eran solamente una caja de madera agujereada y colocada directamente sobre la artesa.
Sobre algunas paneras, el frontal comienza a equiparse con una puerta por la que el ama de casa podía introducir o tomar el pan.