A finales del siglo XIX, el gobierno del Presidente Porfirio Díaz decidió que el congreso necesitaba un edificio emblemático y orgulloso para albergar la Cámara de Diputados y el Senado.
Inspirándose en el edificio del Reichstag del imperio alemán, la administración convocó un concurso internacional en el que participaron varios arquitectos famosos de Europa y México.
[1] Cuando estalló la revolución mexicana en 1910, el nuevo presidente, Francisco I. Madero, cambió las funciones del edificio y su nombre por el de "Palacio de los Tres Poderes" para que fuera sede no sólo del poder legislativo, sino también del ejecutivo y judicial de la república.
El edificio permaneció en pie y oxidándose hasta la década de 1930, cuando finalmente se decidió destruir la estructura erigida.
Sin embargo, la cúpula fue salvada y convertida en el Monumento a la Revolución por Carlos Obregón Santacilia, y la estructura se erige hoy en día como mausoleo de los héroes de la revolución mexicana.