Algunas entidades geopolíticas, como los estados-nación y las organizaciones internacionales, intentan relegar el término "pacificación" a conflictos grandes, sistémicos, a menudo entre facciones, casos de situaciones posteriores al genocidio o situaciones extremas de opresión como el apartheid, en los que ningún miembro de la comunidad puede evitar involucrarse y en los que ninguna facción puede afirmar ser completamente ajena al conflicto.
Las Naciones Unidas lo diferencianː en su definición, peacemaking son los esfuerzos diplomáticos para alcanzar la paz, mientras que peace enforcing implica el uso activo de la fuerza.
Teniendo en cuenta esto y un historial de no defender respuestas violentas, son estos líderes los que suelen estar más capacitados para la pacificación cuando estalla un conflicto abierto entre las partes previamente enfrentadas.
Pero si un movimiento había adulado y emulado a estos líderes, era poco probable que pudiera lograr una paz permanente, simplemente porque sus dirigentes carecían de las habilidades necesarias y se habían convertido en líderes, entre otras razones, para suprimir a la parte contraria.
En consecuencia, incluso si un movimiento se beneficiara de la acción violenta, e incluso si dicha acción fuera extremadamente eficaz para poner fin a una opresión, ningún movimiento que buscara la paz a largo plazo podría presentar esos actos o personas como un ejemplo moral ni aconsejar emularlos.
Las opiniones de Gandhi han influido en los especialistas modernos en ética política a la hora de formular una crítica del terrorismo, en la que incluso quienes apoyan los objetivos deben denunciar los métodos y evitar convertir, por ejemplo, a un terrorista suicida en un héroe.
El papado llamó a 9 cruzadas contra la dominación musulmana de Tierra Santa.