Para Schwemmer, esto siempre debe hacerse teniendo en cuenta los resultados de las ciencias naturales y sociales.
Por tanto, Schwemmer diferencia entre las distintas actuaciones cognitivas de los humanos, que, según la perspectiva, pueden representarse como fenómenos neuronales, psicológicamente conscientes o mentales.
Esto quiere decir que la capacidad de objetivar simbólicamente el mundo en sí no puede ser descrita nuevamente por un solo discurso, por ejemplo neurocientífico, sino que debe verse como un vínculo entre la interpretación autónoma y los símbolos objetivamente interindividuales.
Este esquema básico de emergencia también debe abrirse a los simbolismos interindividuales, cuya suma forma la cultura humana tradicional.
Más bien, el espíritu se muestra abierto a esta dimensión pública, que en sí misma es independiente.
Más bien, confiamos en los patrones organizativos públicos que preestructuran nuestras acciones en forma de irreflexión colectiva.
[9] Para un concepto apropiado de la libertad humana, la restricción a la voluntad momentánea y los movimientos sin importancia, como los que emprende el experimento Libet, parece desproporcionada.
Más bien, para Schwemmer la libertad tiene lugar en un campo de acción complejo dentro del cual sopesamos diferentes motivos para nuestras intenciones y planes.
Más bien, se debe asumir que la libertad humana solo puede constituirse en todo el campo de pensamientos, sentimientos, experiencias e ideas que definen a una persona con su propia biografía en el contexto de una cultura.
En este sentido el arte busca confrontar conscientemente las formas comunes, cuestionarlas, reordenarlas, modificarlas, ironizarlas, distorsionarlas, enfatizarlas o destextualizarlas, nos aleja de lo que antes se daba por hecho.
Al licuar las formas que se han congelado en una materia natural de esta manera, según Schwemmer, tiene la tarea social de mantener y desarrollar aún más nuestra adaptabilidad cultural en un mundo en constante cambio.
[15] Cuando conocemos a alguien que sigue otros patrones básicos de orientación, nos parece ajeno.
De esta manera podemos entender al individuo que conocemos, incluso si no estamos familiarizados con su trasfondo cultural.
Aquí, en particular, el intercambio con otras culturas resulta particularmente fructífero, ya que ayuda a romper lo antiguo por sí mismo.
La edición se desarrolla en cooperación con editores de Alemania, América del Norte, Italia, Francia, Austria, Países Bajos y Suiza.
Además, subrayó la especial importancia del Renacimiento para Cassirer desde una perspectiva filosófica e histórica.
Con respecto a la disputa entre Cassirer y Martin Heidegger con motivo de los cursos universitarios de Davos en 1929, Schwemmer intentó, bajo el título Evento y forma, poner ambas posiciones en una relación constructiva entre sí.
Para él es importante demorarse “en el evento”, en la medida en que toda forma de expresión, una vez establecida, confronta a la persona como algo independiente y determina así su pensar y actuar, mientras se olvida la contingencia que se le atribuye.