Orovilca es un cuento del escritor peruano José María Arguedas publicado en 1954 formando parte de la colección Diamantes y pedernales.
Fue allí donde tuvo su primer romance apasionado, hacia una muchacha iqueña llamada Pompeya, a quien le dedicó unos acrósticos, pero ella lo rechazó diciéndole que no quería tener amores con serranos.
[1] Los escenarios de este cuento son: Orovilca (del quechua: roro willka ‘gusano sagrado’) es una laguna u oasis situada en el desierto, rodeada de yerbas y árboles nativos, como el huarango.
El cuento empieza con una especie de introducción en la cual se describe al ave chaucato.
Salcedo le explicó que el chaucato era un genio benefactor que encarnaba el agua fértil y fresca del subsuelo, o bien podría ser un príncipe o un genio antiguo del valle iqueño.
Ambos seguían charlando cuando de pronto irrumpió Wilster, quien prepotentemente hizo callar a Salcedo, llamándolo charlatán.
Naturalmente, José María se mostró escéptico ante tal historia, pero recordó que los indios eran también dados a contar ese tipo de relatos.
Le llamó la atención que siendo Salcedo un mestizo costeño y acriollado, tuviera una mentalidad mágica como la de los indios.
Desde allí se escuchaba el rumor de la pelea; podía sentirse que Salcedo llevaba la peor parte.
Todos los alumnos se dispersaron, mientras que Gómez dejó a Wilster en el suelo.
A la mañana siguiente el inspector fue informado de la desaparición del joven, organizándose entonces su búsqueda, pero sin resultado.